La Santidad de Dios

La Santidad de Dios
Y se decían el uno al otro: “Santo, santo, santo es el SEÑOR Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria”,  Isaías 6: 3
 
La santidad es uno de los atributos de Dios que la Biblia resalta con mayor vehemencia. A lo largo del Antiguo y el Nuevo Testamento las Escrituras nos recuerdan que el Señor es Santo.
 
Hay un texto en particular en el libro de Isaías (capítulo 6), el cual siempre viene a nuestra mente al momento de pensar en cuán santo es nuestro Dios.
 
El profeta se encontraba en el templo después de la muerte del rey Uzías y allí ve al Señor sentado en su trono. El Todo Poderoso se aparece ante él “excelso y sublime” y rodeado de serafines, los cuales cubren sus rostros para no contemplar directamente a Dios.
 
En el versículo 3 estos seres angelicales hacen una declaración majestuosa que hasta el día de hoy resuena en nuestros oídos y corazones:
“Santo, santo, santo es el SEÑOR Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria”.
 
La majestuosidad y grandeza del Señor es resumida en esa poderosa expresión. En la literatura hebrea, que no poseía por aquellos días signos de admiración, es común encontrar la repetición de ciertas palabras al momento de resaltar algo; de manera que al escribir “Santo, santo, santo” el autor claramente desea que toda nuestra atención se enfoque allí.
 
Cuando la Escritura afirma que Dios es santo, nos recuerda no solo su pureza moral y gloria excelsa, sino cuan diferente es Él a nosotros; Él es único y apartado, nada en su creación puede siquiera compararse con Él.
 
Aún los serafines, seres sin pecado, no pueden contemplar su maravillosa santidad, ellos deben cubrirse el rostro para no verlo directamente.
 
 
Esta poderosa declaración del libro de Isaías debe mover nuestro corazón y producir en nosotros la misma actitud que el profeta tuvo en ese momento.
Al escuchar a estos seres angelicales Isaías declaró: “!Ay de mí, que estoy perdido!”.
 
Sus palabras son una clara manifestación de juicio sobre sí mismo, él sabía que no podía siquiera estar en la presencia de un ser tan santo y perfecto como el Señor. Lamentablemente muchos cristianos han perdido esta reverencia ante la santidad de nuestro Dios.
 
Que el Señor llene nuestros corazones con esta realidad, para que comprendamos verdaderamente que de no ser por el sacrificio de Jesucristo en la cruz no podríamos estar en su maravillosa presencia.

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